viernes, 17 de junio de 2011

Goser

Goser-ak-Nin era hijo de una cazadora y de un comerciante. Su padre tenía su tienda en la ciudad de Nin y era el líder de una red de caravanas que cruzaban todo Kash-Tar. Pero eso no le bastaba a su madre, nómada de pura cepa, quien terminó regresando a su tribu, en el corazón del desierto, llevándose consigo a Goser. Las relaciones entre ambos progenitores siguieron siendo amistosas… hasta la caída de los dragones. El día de la conjunción astral, Goser tenía apenas seis años. Fue testigo de la muerte de los dragones y de la llegada de los sheks, y ese momento quedó grabado a fuego en su alma. Los sheks enviaron a Sussh a someter Kash-Tar, y hay que decir que lo consiguió con bastante rapidez. Los yan no permanecieron unidos ante la invasión, y muchos de ellos se pasaron al bando de los sheks simplemente porque les resultaba más cómodo. Los szish empezaron por conquistar las ciudades y las zonas de los márgenes, asegurándose la lealtad de individuos importantes como Brajdu o, incluso, el padre de Goser. Pero durante mucho tiempo, el corazón de Kash-Tar permaneció libre, y Goser y su gente, también. Cuando Sussh comenzó a enviar tropas a controlar a las tribus nómadas, Goser decidió que no podía seguir actuando como si no sucediera nada. Despreciaba a su padre por pactar con las serpientes, pero nunca se había rebelado abiertamente contra ellas. Fue su madre, la indómita cazadora, quien se negó a guiar a una patrulla de szish hasta su tribu, y fue asesinada por ello. Tras la muerte de su madre, Goser tomó la decisión de iniciar una rebelión. Le llegaron rumores desde el norte; decían que los humanos y los feéricos se habían unido contra Ashran y los sheks. También se decía que habían regresado los dragones. Otros hablaban de un solo dragón; y, por último, otros afirmaban que no eran dragones de verdad, sino que los humanos los habían fabricado. En cualquier caso, los humanos se estaban moviendo. Los yan no podían ser menos. Goser encontró a otros jóvenes descontentos como él. Reunió a un grupo lo bastante grande como para ser tenido en cuenta, y comenzó a atacar pequeños campamentos szish, situados en lugares estratégicos. Cuando llegó la noticia de la caída de Ashran, los yan pensaron que era cuestión de tiempo que Sussh se marchara también; pero pasaban los meses, y, mientras todo Idhún proclamaba su libertad, en Kash-Tar las cosas seguían igual que siempre. Eso movilizó a los yan más que ninguna otra cosa. El grupo de Goser creció, y él se convirtió en el líder de la resistencia yan. Pronto su temeraria ferocidad, sus dos hachas y las espirales tatuadas en su piel, que representaban el fuego de los soles, el poder de los yan, se hicieron legendarias. Desde el norte, los Nuevos Dragones enviaron a un grupo de los suyos para unirse a ellos en la lucha por la libertad de Kash-Tar. Entre ellos estaba Kimara. Goser y Kimara lucharon juntos en varias batallas e iniciaron una breve relación muy pasional; mientras tanto, el dios Aldun descendió al mundo y se paseó por Kash-Tar, provocando grandes catástrofes que Goser atribuía a los sheks. La brutalidad y el sinsentido de la guerra y de las masacres producidas por Aldun involuntariamente terminaron por hacerle perder el juicio. Cuando, en plena batalla contra las serpientes, Aldun se presentó de improviso, Goser no fue capaz de dejar de luchar. Murió calcinado por el fuego de su dios.

Gaedalu

Gaedalu nació en Dagledu, en el seno del poderoso clan de los Dalu, los gobernantes de la ciudad. Con todo, optó por entrar como novicia en el templo de Neliam. Tras su consagración como sacerdotisa fue enviada al Oráculo de Gantadd, bajo las órdenes de la Madre Deril. Pese a ello, seguía regresando a menudo a Dagledu, y en una de sus estancias en la ciudad conoció al que sería el padre de su hija, Deevadalu, más conocida como Deeva. La relación no duró mucho porque una sacerdotisa celeste confirmó que él ya no la amaba, por lo que Gaedalu se llevó consigo a su hija y se encerró en el Oráculo. Sin embargo, cuando la niña creció un poco más empezó a llevársela consigo en los viajes que realizaba como parte del séquito de la madre Deril. En uno de esos viajes, la niña fue tocada por un unicornio. Gaedalu, con gran disgusto por su parte, hubo de enviarla a una torre de magia, pero la Madre Deril utilizó su influencia para que fuese la Torre de Derbhad, la más cercana al Oráculo. Deeva creció rodeada de magos, y sus maestros afirmaban que era una hechicera de talento. Cuando tuvo edad suficiente para decidir, optó por perfeccionar su arte en lugar de regresar al Oráculo, y su madre, que la quería con locura, respetó su decisión. Tiempo después, la Madre Deril murió y designó a Gaedalu como su sucesora al mando de la Iglesia de las Tres Lunas. Cuando los sheks invadieron Idhún, un grupo de magos de la Torre de Derbhad huyó a la Tierra. Deeva estaba entre ellos. Gaedalu permaneció en el Oráculo, protegiendo a las sacerdotisas, hasta el final. Desde la torre le informaron de que su hija se había exiliado a un mundo donde podría estar a salvo, y eso la tranquilizó, aunque no hubo un solo día que no aguardara el regreso de Deeva con impaciencia. Entretanto, cobijó en el Oráculo a Manua, la madre de Kirtash, y ésta mató accidentalmente a su amiga Kanei. La hija de ésta, Zaisei, quedó huérfana de madre, y Gaedalu la cuidó y protegió de forma especial, tal vez en recuerdo de su propia hija perdida. Aunque los sheks destruyeron todos los demás Oráculos, no llegaron a atacar nunca el de Gantadd, por lo que Gaedalu empezó a considerar que los dioses protegían especialmente su comunidad de sacerdotisas. Tras la noticia de que el unicornio seguía vivo y había sido rescatado de las garras de Ashran en la Torre de Drackwen, Gaedalu viajó con su séquito hasta el bosque de Awa para conocer detalles sobre los héroes llegados desde ese "otro mundo" al que su hija se había marchado años atrás. No confió en ningún momento en Kirtash, el aliado de la Resistencia, y dudó siempre de la sinceridad de sus sentimientos hacia Victoria. Tras la derrota de Ashran, el propio Kirtash le confirmó que había asesinado a su hija Deeva en la Tierra. Desde entonces, en el corazón de Gaedalu sólo quedó lugar para la venganza. Dedicó mucho tiempo y esfuerzo a buscar un arma eficaz contra los sheks y regresó al Reino Oceánico a recoger fragmentos de la Roca Maldita. Ayudó a Alsan a recuperar su trono y a controlar a la bestia que habitaba en su interior, y juntos tendieron una trampa a Kirtash, a quien capturaron y estuvieron a punto de matar. Finalmente, ambos se unieron a Qaydar en un loco intento por invocar a los dioses y revelarles la ubicación del Séptimo. La experiencia resultó devastadora para Gaedalu, que renunció a su cargo como Madre Venerable a favor de la hermana Karale y volvió a recluirse en el fondo del mar, donde, según dicen, continúa todavía.

Los pájaros haai

Compañeros inseparables de los celestes y pieza clave en la red de comunicaciones y transportes de Idhún, los haai son enormes aves doradas que anidan fundamentalmente en Celestia, en lo alto de las enormes formaciones rocosas con aspecto de aguja que son propias del paisaje de la región. Se cuenta que los celestes fueron capaces de domarlas en tiempos remotos porque fueron los únicos que pudieron llegar hasta ellos, en primer lugar, gracias a su poder de levitación, y de comunicarse con ellos, en segundo lugar, gracias a su empatía. Obviamente, los haai no son criaturas inteligentes y no hablan; pero nadie los conoce y los comprende igual que los celestes. En Haai-Sil, la ciudad de los criadores de aves, es donde se ubica la mayor colonia de pájaros haai del continente. Allí, criadores como Do-Yin, el padre de Zaisei, cuidan a sus aves y proveen de ellas a todas las ciudades de Celestia y a muchos otros puntos del extranjero. Por supuesto, cada pájaro haai destinado al transporte o a la mensajería debe tener un cuidador, un jinete; las aves sólo se dejan montar por personas de gran sensibilidad, y sólo a ellas obedecen. Por eso existe todo un gremio de mensajeros de pájaros haai que comunican puntos muy distantes de todo Idhún, y son, en su mayoría, celestes. Cada uno de ellos está muy encariñado con su pájaro y, aunque puedan estar a las órdenes de particulares, como un gran duque de Nandelt o un mercader de Kash-Tar, para ellos lo primero es siempre el bienestar de su montura. El manjar preferido de los pájaros haai es una fruta llamada koa, que crece principalmente en Celestia, en Awa y en algunos oasis de Kash-Tar.

martes, 14 de junio de 2011

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