Dragones

Los dragones fueron los auténticos señores de Idhún durante mucho tiempo. Temidos, admirados y respetados por todos los sangrecaliente, los dragones eran los protectores de un mundo rendido a su poder, majestuosidad y sabiduría. Sin embargo, los Señores de Awinor eran, ante todo, guerreros. Creados para luchar contra los sheks y expulsarlos de Idhún, no había ningún otro sentimiento capaz de superar la fuerza de su odio hacia las serpientes, contra las que pelearon incansablemente durante milenios. Pero fueron ellas las que ganaron la última batalla. El día de la conjunción astral, todos los dragones, menos uno, fueron exterminados y desaparecieron de la faz de Idhún.

Hábitat de los dragones 
En sus tiempos de esplendor, los dragones vivían en Awinor, la zona sur de Idhún. El nombre de Awinor significa "Sol creciente"; pues se dice que desde allí contemplaron los dioses el descenso de Aldun al mundo, y fue, en efecto, como ver un sol que aumentaba de tamaño. Awinor era una tierra benigna y fértil. También era lo bastante montañosa como para albergar los cubiles de los dragones, y estaba provista de grandes y hermosos lagos, en los que estas criaturas gustaban de zambullirse. Pero el día de la conjunción astral Awinor fue totalmente devastada por el fuego. Todos los dragones cayeron bajo la mortífera luz de los soles, y sus llamas incendiaron Awinor y lo transformaron en un inmenso y triste cementerio.

La sabiduría de los dragones
Los dragones de Idhún no eran animales, ni tampoco bestias. Eran criaturas pensantes y parlantes, y, aunque los sheks los superaban en inteligencia, los dragones tenían fama de ser más sabios. Se dice de los dragones que eran impulsivos e irreflexivos. No trazaban un plan y consideraban todas sus posibilidades antes de llevarlo a cabo, como hacen los sheks. Los dragones, simplemente, actuaban. Y eso les llevaba a cometer errores y equivocaciones. Y, precisamente por eso, aprendían. La inteligencia de los sheks es teórica. La sabiduría de los dragones se basaba en la experiencia. Los dragones no poseían los enlaces mentales de los sheks. Por eso sentían la necesidad de estar físicamente juntos, de formar grupos, familias, clanes. Y tenían por costumbre, todas las noches, compartir sus experiencias con los demás. Los dragones más ancianos hablaban, y los jóvenes los escuchaban. Los ancianos sabían que estaba en la naturaleza de los jóvenes precipitarse y cometer equivocaciones; pero, con suerte, no cometerían las mismas equivocaciones que sus mayores; cometerían otras, y aprenderían de ellas. Y así, la sabiduría de los dragones se hacía más amplia y profunda generación tras generación. Por esta razón, entre los dragones son los ancianos los más respetados, a los que obedecen todos los demás, y los que aconsejan a los jóvenes en la batalla. Un joven shek siempre será más inteligente que un joven dragón. Pero un anciano dragón siempre será más sabio que un anciano shek.