Unicornios


Los unicornios no son caballos con un solo cuerno. Los unicornios son, probablemente, las criaturas más extraordinarias de Idhún, porque los dioses les encomendaron la tarea de hacer que la energía fluya y no se estanque, y por eso entregan la magia a las personas. Pero por esa misma razón, porque la energía debe fluir y no estar totalmente en posesión de los mortales, los unicornios no pueden entregarla a todo el mundo, no pueden dejarse ver por cualquiera, y eso los ha convertido en criaturas esquivas y misteriosas. Todos los niños, en Idhún, sueñan con ver alguna vez un unicornio. O, al menos, esto era así hasta la llegada de Ashran, quien se las arregló para exterminarlos a todos, menos a uno, en un solo día.

Hábitat de los unicornios
Los unicornios vivían, en su mayoría, en el inmenso bosque de Alis Lithban, cuyo nombre significa, literalmente, "Sagrado Bosque de los Unicornios". Debido a la presencia de los unicornios, Alis Lithban llegó a convertirse en el lugar más mágico de todo Idhún, y a principios de la Cuarta Era, la Orden Mágica quiso construir allí su cuarta torre por esta razón, lo cual desencadenó uno de los conflictos más largos entre magos y sacerdotes. Finalmente, la Torre de Drackwen fue abandonada y el bosque volvió a pertenecer a los unicornios. Pero eran criaturas viajeras por naturaleza, y solían pasar gran parte de su vida desplazándose de un lado a otro, por las lindes de las arboledas y a la sombra de los aleros de las casas, silenciosos como sombras. Su condición de canalizadores, sin embargo, los hacía depender de la energía vital que se movía a su alrededor. Y por eso hay lugares donde un unicornio no sobreviviría, como, por ejemplo, el desierto de Kash-Tar o las heladas estepas de Nanhai. Una cárcel de piedra o de metal bastaría para matarlos lentamente y de un modo agónico y espantoso. Eso, en el improbable caso de que alguien lograra atrapar alguno…

Magos y semimagos
En Idhún, los magos lo son porque alguna vez los ha tocado un unicornio. La magia se entrega siempre a seres racionales, no a animales. Y tampoco a dragones y sheks, porque su poder superior ahogaría la magia que un unicornio podría entregarles. Sin embargo, se sabe de casos excepcionales de unicornios que entregaron la magia a un objeto inanimado; como puede ser, en cierto modo, el caso del Báculo de Ayshel o la pierna artificial de Shail. De modo que la entrega de la magia se limita a las razas antropomorfas de Idhún, y en este sentido los unicornios no hacen distinciones entre unos y otros. A lo largo de la historia de Idhún, muchos eruditos han tratado de encontrar la pauta que siguen los unicornios para entregar la magia y se han dado por vencidos. Porque no hay razones lógicas, y porque dos unicornios no harán la misma elección. A la hora de entregar la magia, los unicornios se guían por un misterioso impulso que, tal vez, los celestes definirían como "lazo". Tradicionalmente, la entrega de la magia implica que el unicornio roza con su cuerno al futuro mago. La energía fluye desde el mundo hasta el afortunado a través del unicornio y de su cuerno, por lo que es ésta la parte de la anatomía de los unicornios que concentra más energía mágica. Uno puede convertirse en mago si toca cualquier parte del cuerpo del unicornio, pero el efecto no es exactamente el mismo. Así, alguien que toque a un unicornio pero no le haya sido entregada la magia a través del cuerno, será un mago y se lo admitirá en la Orden Mágica, pero puede que en la práctica resulte un poco más torpe que los demás. Esta carencia puede suplirla si se entrena en mejorar su capacidad de concentración. Los semimagos, por el contrario, son aquellos que han visto un unicornio pero no han sido tocados por él. Desarrollan cierta sensibilidad mágica y ciertas capacidades curativas, pero no pueden formular hechizos y no se los admite en la Orden Mágica.
No se sabe por qué existen los semimagos. No se sabe si sorprendieron al unicornio contra su voluntad o éste se dejó ver intencionadamente. Los cazaunicornios abogan por la primera opción,porque eso implicaría que los unicornios pueden tener un momento de descuido y ser, por tanto, vistos y tocados si uno los busca bien. Los defensores de los unicornios señalan que estas criaturas no tienen "descuidos"; pero, en tal caso, cabría preguntarse por qué se dejan ver por unos pocos, pero no se acercan a ellos lo bastante como para entregarles la magia. ¿Existe una respuesta a eso?

La inteligencia de los unicornios
Los unicornios eran criaturas racionales, que pensaban incluso a un nivel superior al de los humanos. También hablaban el idhunaico más puro, el más primitivo que se conserva en Idhún. Lo que ocurre es que al ser seres tan esquivos, su modo de pensar y de vivir resultaba un misterio para el resto de las criaturas. Los dragones y los sheks sí los conocían bien. Los unicornios se relacionaban con unos y con otros; en primer lugar, porque las tres especies estaban al mismo nivel en cuanto a inteligencia y complejidad. Y en segundo lugar, porque los unicornios podían sentirse seguros tanto con dragones como con sheks. Unos y otros respetaban profundamente la misión que se les había encomendado; sabían que la simple existencia de los unicornios era vital para la supervivencia de Idhún como mundo, y jamás se les habría ocurrido ir a la caza de un unicornio para arrebatarle la magia, como hacían otras criaturas. Por otro lado, los unicornios eran la única especie a su nivel con la que unos y otros podían relacionarse de forma amistosa, algo que resultaba completamente imposible entre dragones y sheks.


La energía que fluye
Los magos suelen decir que la misión de los unicornios consiste en entregar la magia a los mortales; por tanto, ha habido hechiceros de todas las épocas que han creído, erróneamente, que los unicornios estaban al servicio de los magos y que, de alguna forma, pertenecían a la Orden Mágica. Esta es otra de las muchas muestras de la vana soberbia de los magos. Porque no es esa realmente la función de los unicornios. Sabemos lo que sucede cuando los dioses, energía pura, se pasean por el mundo. Es difícil olvidarlo, puesto que su esencia es tan poderosa que suele ser tremendamente destructiva. Pero no debemos olvidar tampoco lo que sucede cuando los dioses no están. Hay una leyenda idhunita que relata lo que ocurrió en el principio de los tiempos, cuando los dioses se alejaron de su creación y se limitaron a contemplarla. Al cabo de varios milenios, la energía del mundo empezó a ralentizarse y todos los elementos perdieron fuerza, como un reloj al que se le va agotando la cuerda. Los dioses crearon entonces a los unicornios para que mantuvieran esa energía en movimiento de forma que la maquinaria del mundo siguiera siempre en marcha sin necesidad de que ellos tuvieran que intervenir. Los unicornios no crean la magia ni pueden utilizarla. Sólo la transmiten. El hecho de que la transmitan a alguna persona de vez en cuando es tan sólo un efecto secundario, y por eso, tal vez, se toman la libertad de elegir con el corazón, y no con la lógica. El verdadero cometido de los unicornios es existir. Su existencia en Idhún es tan importante como el oxígeno del aire. Es importante para nosotros porque lo respiramos, pero, sobre todo, es importante para que el planeta entero exista como mundo habitable para millones de especies. Esto lo saben los dragones y lo saben los sheks, y también los dioses. Pero los mortales hace tiempo que lo olvidaron.
Y si el Séptimo era consciente de lo que suponía el exterminio de todos los unicornios, y aun así acabó con ellos, eso tal vez pueda darnos una idea de lo desesperadas que veía a sus criaturas en Umadhun. ¿O tal vez sabía que los Seis reaccionarían de alguna manera, descendiendo al mundo no sólo para atraparlo, sino para recargarlo de energía? ¿Tenía claro que los Seis no permitirían que su hermoso planeta agonizase, o tal vez había ideado alguna manera de suplir el papel de los unicornios en el mundo que acababa de conquistar? Nunca lo sabremos…